MLS - Health & Nutrition

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ISSN: 2952-2471

Como citar este artículo:

Calvo, S. (2023). Revisión sobre la intervención dietética en syndrome de ovario poliquístico. MLS Health & Nutrition Research, 2(2), 53-70. Doi: 10.60134/mlshnr.v2i2.2235.

REVISIÓN SOBRE LA INTERVENCIÓN DIETÉTICA EN SÍNDROME DE OVARIO POLIQUÍSTICO

Sara Calvo Pajares
Universidad Europea del Atlántico (España)
saracalvop@gmail.com · https://orcid.org/009-0002-4334-3807

Fecha de recepción: 27/06/2023 / Fecha de revisión: 02/11/2023 / Fecha de aceptación: 10/10/2023

Resumen: El objetivo del presente estudio es investigar cuál es la intervención dietética óptima en mujeres con Síndrome de Ovario Poliquístico (SOP). Para ello, se realizó una revisión bibliográfica. Se estudiaron documentos, páginas web oficiales y distintos artículos científicos. Para el análisis de estudios, fueron seleccionados distintos artículos que investigaban el efecto de una de las dietas de estudio en mujeres con SOP. Se tuvieron en cuenta un total de 19 artículos publicados entre 2015 y 2022, obtenidos de la base de datos PubMed. Como resultado se obtuvo que cualquiera de las dietas de estudio puede resultar de interés clínico para la pérdida de peso. La dieta mediterránea (DM) es interesante por su capacidad antioxidante. La dieta DASH y la dieta cetogénica (DC) han mostrado ser eficaces para controlar la glucemia en la población de estudio. La dieta de bajo índice glucémico (IG) puede mejorar el perfil de hormonas sexuales y otros parámetros analíticos, como el colesterol total o los triglicéridos. Son necesarios más estudios y con una mayor muestra para poder confirmar los resultados hallados. No obstante, la información expuesta en este artículo muestra que una pérdida de peso, en caso de que sea necesario, una dieta antiinflamatoria y un control en la ingesta de hidratos de carbono son características a tener en cuenta para mejorar la sintomatología y la salud de mujeres con SOP.

Palabras clave: Síndrome de ovario poliquístico, Dieta mediterránea, Dieta DASH, Dieta cetogénica, Dieta de bajo índice glucémico.


DIETARY INTERVENTION IN POLYCYSTIC OVARIAN SYNDROME – A BIBLIOGRAPHICAL REVIEW

Abstract: Abstract: The aim of the present study was to investigate which diet is the best option to treat polycystic ovarian syndrome (PCOS). A bibliographic review was carried out. Official web sites and documents were taken into consideration. Nevertheless, for the analysis of studies, just articles from indexed magazines were used. These articles were published between 2015 and 2022, and they were selected form the database PubMed. At the end, 19 articles were used. All of the discussed diets can be helpful to lose weight in case of overweight or obesity. In case of inflammation, the Mediterranean diet may be the best option because of its antioxidant value. When SOP coexists with diabetes, both the DASH diet and the ketogenic diet can be of great help. A low glicemic diet can be useful to improve the levels of sex hormones and the lipid profile in women with PCOS. More investigations and studies with bigger samples are needed to confirm the results shown in this work. However, the information exposed in this review points out that an anti-inflammatory diet, losing weight, in case it was necessary, and controlling the carbohydrates intake, is necessary to improve the symptomatology and health of women with PCOS.

keywords: polycystic ovarian syndrome, Mediterranean diet, DASH diet, Ketogenic diet, Low glicemic diet.


Introducción

El síndrome de ovario poliquístico (SOP) es la enfermedad endocrina más prevalente en mujeres en edad fértil (1,2). Estas mujeres suelen presentar los siguientes síntomas: anovulación o ciclos menstruales irregulares, hiperandrogenismo, acné́, hirsutismo, folículos en los ovarios (sacos de líquido), resistencia a la insulina, un exceso de grasa visceral, infertilidad u obesidad (2). Además, alrededor del 20 % de las mujeres de esta población sufre apnea del sueño (3). Asimismo, las mujeres con esta afección sufren una inflamación sistémica (4,5).

El síndrome se asocia además, a un mal funcionamiento de las hormonas tiroideas (6). A largo plazo, esta patología endocrina puede aumentar el riesgo de sufrir hígado graso no alcohólico, enfermedades cardiovasculares (ECV) y cáncer de endometrio (2).

Es destacable que el SOP puede afectar significativamente a la calidad de vida de las mujeres que lo sufren (7,8), especialmente sobre la salud mental (9). La depresión (en ocasiones agravada por el hirsutismo y la infertilidad), el acné y la obesidad son los tres factores que en mayor medida empeoran la calidad de vida de mujeres con SOP (7).

La etiología del síndrome no está clara, pero se sabe que tiene un componente genético y otro medioambiental (1). Algunos de los factores que pueden desencadenar esta enfermedad son factores hereditarios, bajo peso al nacer, obesidad, sedentarismo o una dieta desequilibrada (1).

En cuanto al factor dietético, algunos nutrientes, tales como el azúcar o las grasas saturadas, pueden generar estrés oxidativo e inflamación, que a su vez aumentan el riesgo de provocar disfunciones metabólicas y hormonales, por ejemplo, en los ovarios (10).

Además de no llevar un estilo de vida saludable, un prerrequisito para padecer SOP es una secreción excesiva de andrógenos por parte de las glándulas sexuales femeninas (11).

Hay una teoría que explica los orígenes del SOP desde una perspectiva de adaptación al medio. En tiempos de escasez de alimentos, donde nuestros ancestros vivían situaciones con un nivel alto de estrés, había ciertos genes y fenotipos que serían útiles para favorecer la supervivencia. Sin embargo, durante el siglo pasado, en la mayoría de regiones del mundo se ha tenido acceso ilimitado a alimentos. Estos fenotipos, que antes promovían una ventaja evolutiva, ahora son un riesgo que aumenta la prevalencia de obesidad, enfermedades cardiovasculares y diabetes mellitus tipo II (11). Como se muestra en la figura 1 las adaptaciones que a nuestros ancestros les han beneficiado, como son resistencia a la insulina, hiperandrogenismo, aumento en las reservas energéticas o menos fertilidad; ahora resultan patogénicas (12).

Figura 1: Teoría de la patogénesis del SOP (13).

Criterios diagnósticos

Para diagnosticar el SOP se usan principalmente los criterios de Rotterdam. Se han de cumplir 2 de estos 3 criterios (8, 14):

Por otro lado, existen otros dos métodos para diagnosticar esta enfermedad. La Androgen Excess and PCOS Society establece que tiene que haber hiperandrogenismo y disfunción ovárica. Esta disfunción puede deberse a alteraciones en la ovulación y/o en la morfología de los ovarios. Por el contrario, el Instituto Nacional de Salud Infantil y Desarrollo Humano no considera la morfología ovárica como criterio diagnóstico, pero sí el hiperandrogenismo y los trastornos ovulatorios (11).

Algunos expertos señalan que el término SOP no es correcto debido a que no siempre se tienen que tener quistes en los ovarios para padecer la enfermedad y a que tenerlos no indica que haya una producción excesiva de andrógenos por los ovarios (11).

Tratamiento

Ni la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA), ni la Agencia Europea del Medicamento (EMA) han aprobado ningún medicamento especifico para tratar el SOP. Por esta razón, el tratamiento debe ser individualizado (11).

Los criterios para poder someterse a esta intervención son los mismos en población general obesa que en mujeres obesas con el síndrome (11). Para que una mujer pueda ser sometida a esta operación, el índice de masa corporal (IMC) ha de ser mayor de 40 kg/ o mayor de 35 kg/ y padecer otra afección de salud grave relacionada con el peso (19). 

En conclusión, el tratamiento a utilizar variará según la sintomatología de cada paciente. La recomendación de combinar varios fármacos como los anticonceptivos orales y la metformina está cada vez más extendida (17).

Antes de tratar el síndrome con estos fármacos, será conveniente estudiar posibles cambios en el estilo de vida de la paciente. El tratamiento de primera línea en el SOP es el cambio en el estilo de vida (1,21, 22). La práctica de ejercicio físico, un tratamiento dietético adaptado a cada paciente, y reducir el porcentaje graso; debido a que hasta el 80% de las mujeres con SOP tienen sobrepeso u obesidad (23), son distintas alternativas que mejorarían la sintomatología de mujeres con este síndrome (24).

Las estrategias nutricionales que permitan reducir el sobrepeso y la obesidad y mejorar la sensibilidad a la insulina serán beneficiosas en mujeres que padezcan esta enfermedad (25). Algunas estrategias nutricionales que han mostrado tener cierto interés terapéutico en esta patología son la dieta mediterránea (DM), el enfoque alimentario para detener la hipertensión, de sus siglas en inglés DASH, la cetogénica (DC) y una dieta de bajo índice glucémico (IG).

Asimismo, conseguir un estilo de vida saludable puede mejorar la calidad de vida de mujeres con SOP, aunque no se consiga una pérdida de peso (8). Del mismo modo, debido a que no todas las mujeres con el síndrome tienen sobrepeso u obesidad, el impacto que la dieta pueda tener más allá de la pérdida de peso, ha de ser de interés clínico (26). En la misma línea, seguir una dieta equilibrada es especialmente importante en estas mujeres porque, a mismo IMC, las mujeres con SOP tienen más glucosa e insulina en sangre que la población general (27). Sin embargo, perder grasa podría ser clave para mejorar el perfil metabólico y hormonal que lleva a la infertilidad en mujeres con SOP (28). En definitiva, una pérdida de peso puede ser necesaria para recuperar el ciclo menstrual y, por tanto, la fertilidad en la población de estudio (29).

La evidencia científica actual sugiere que una dieta bien ajustada y balanceada es beneficiosa para mejorar la resistencia a la insulina, el peso corporal y el perfil metabólico; y para prevenir complicaciones típicas del síndrome (26).

Dieta mediterránea

La DM la definió́ por primera vez Ancel Keys con el estudio de los 7 países, quien defendía que era una dieta alta en aceites vegetales y baja en grasas saturadas (30). Tras su estudio, la dieta ha sido definida de varias formas, pero algunos conceptos que se han mantenido a lo largo del tiempo son: que este estilo de alimentación proporciona un consumo alto de aceite de oliva, vegetales, fruta, legumbres, frutos secos, cereales integrales pescado y marisco; un consumo moderado de lácteos, carne y vino tinto y un consumo bajo de dulces y grasas saturadas (30,31). La DM es conocida por sus efectos en la prevención de ECV, diabetes mellitus tipo II, demencia y algunos tipos de cáncer (32). Esta característica protectora de la DM se debe en parte a la capacidad que tiene de reducir la grasa visceral (31) y a su papel antinflamatorio (5,27,33).

La adherencia a la DM se mide con el cuestionario PREDIMED, el cual consta de 14 sencillas preguntas en las que se indaga sobre los hábitos dietéticos de la población (34). Este cuestionario nace del Estudio PREDIMED (prevención con dieta mediterránea) (35), el cual fue un ensayo clínico que trataba de analizar el efecto de la dieta mediterránea en la prevención primaria de enfermedades cardiovasculares (36). Además de los efectos de la dieta a nivel cardiovascular, los resultados del estudio PREDIMED muestran que una buena adherencia a la DM reduce el riesgo de sufrir diabetes tipo II, hipertensión arterial, fibrilación auricular, deterioro cognitivo y cáncer de mamá (36).

Dieta DASH

Las siglas DASH corresponden a los términos Dietary Approaches to Stop Hypertension, traducido al español, enfoques alimentarios para detener la hipertensión (37). Esta dieta nació a finales de los 90 en Estados Unidos, fue creada por el National Institute of Health (38). La primera vez que se estudió su efecto fue con el estudio de Apple et al. (39), el cual consistió en comparar los efectos de tres dietas distintas. La primera era la dieta control, la segunda una dieta alta en frutas y verduras, y la tercera una combinada, en la que había un gran aporte de frutas y verduras y un mínimo aporte de grasas. La conclusión del estudio fue que una dieta alta en frutas y verduras y baja en grasas puede reducir significativamente la presión arterial.

Cuatro años después, Vollmer et al. (40) llevaron a cabo un estudio no solo para ver los efectos de la dieta DASH en la presión arterial, sino también para conocer el efecto de la ingesta de sodio en este parámetro de salud. Los participantes del estudio estaban divididos en dos grupos: dieta control y dieta DASH. La ingesta de sodio fue asignada aleatoriamente. Como resultado se observó que la dieta DASH, junto con una ingesta de sodio baja, se asoció con una reducción significativa de la presión arterial.

La dieta DASH no incluye alimentos especiales, simplemente hace distintas recomendaciones, entre las que se encuentran: consumir frutas, verduras y cereales integrales; incluir lácteos bajos en grasa, pollo, pescado, legumbres, frutos secos y semillas y aceites vegetales y limitar el consumo de alimentos altos en grasas saturadas, como lácteos enteros, carne grasa o aceite de palma, y de aquellos alimentos altos en azúcares simples, como los dulces (41). Con esta dieta, se pretende generar un consumo alto de potasio, calcio, magnesio y fibra y reducir el aporte de sodio por debajo de 2,3 g/día (38).

Esta dieta está indicada principalmente para pacientes con hipertensión (38), ya que se relaciona directamente con una reducción en la presión sanguínea (37). No obstante, debido a que es un patrón dietético saludable, personas sin patologías también se pueden beneficiar de ella. Del mismo modo, pacientes que padezcan diabetes, dislipemia o sobrepeso pueden mejorar su salud al seguir la dieta DASH (38).

Dieta cetogénica

La dieta cetogénica nació en el año 1921 para tratar la epilepsia (42). Se pensó́ que esta dieta alta en grasas, adecuada en proteínas y baja en CH seria óptima para los pacientes que sufrían crisis epilépticas, ya que simula la situación fisiológica que se da durante el ayuno. La dieta cetogénica produce acidosis, deshidratación y cetosis (al igual que el ayuno) pero se puede llevar a cabo por mucho más tiempo (42,43).

Esta dieta se usó bastante en niños con epilepsia durante dos décadas. Sin embargo, con la aparición de nuevos fármacos, su interés terapéutico disminuyó y no fue hasta principios del siglo XXI que se volvió́ a incidir en la eficacia de esta intervención dietética para tratar la epilepsia (43).

La dieta cetogénica consta de entre 40 y 50 g de carbohidratos al día, lo cual hace que disminuya el glucógeno hepático y muscular y, por tanto, que se reduzca la glucemia y la insulina en sangre (29). Esta reducción de los HC hace que el cuerpo no pueda utilizar la glucosa como energía y, por tanto, se produzcan cuerpos cetónicos a partir de ácidos grasos (44). Los principales cuerpos cetónicos que se producen son: acetona, acetoacetato y betahidroxibutirato (BHB) (44). Este último es el marcador más importante de cetosis en sangre (21). La elevación de BHB ocurre de manera fisiológica con el ayuno y con la dieta cetogénica en valores de entre 1 y 8 mmol/l (45). Sin embargo, en situaciones de cetoácidosis diabéticas el BHB puede llegar a encontrarse en concentraciones mayores a 20 mmol/l (21).

En definitiva, esta dieta puede ser una herramienta eficaz en personas con diabetes mellitus tipo II, obesidad y síndrome metabólico (46), así como para tratar otras enfermedades relacionadas con el SOP, como el hiperinsulinismo congénito o el hígado graso no alcohólico (44).

Dieta de bajo índice glucémico

Una dieta de bajo índice glucémico es una intervención nutricional basada en la elevación de glucosa en sangre provocada por los alimentos, es decir, de su índice glucémico (IG) (47). El índice glucémico de un alimento puede ser de entre 0 y 100. Los alimentos con un IG más cercano a 0 elevan de manera más lenta la insulina en sangre que aquellos con un IG cercano a 100, que lo hacen más deprisa. Como se muestra en la tabla 1, los alimentos se pueden clasificar en alimentos con un bajo, moderado o alto IG (48).

Tabla 1

Clasificación de ciertos alimentos según su índice glucémico

Alimentos con IG bajo page19image140160-55 Cebada, quinoa, pasta, zanahoria, manzana, leche, yogur, legumbres
Alimentos con IG moderado page19image46796856-69 page19image473728Pan de pita o de centeno, cuscús, arroz integral, pasas
Alimentos con IG alto 70-100 Patatas, arroz blanco, la mayoría de cereales procesados, bebidas azucaradas, azúcar, sandia, piña

Nota: tomado de Mayo clinic.

El IG puede verse afectado por el estado de maduración de los vegetales y las frutas o el método y el punto de cocción (48,49). Asimismo, es importante tener en cuenta la carga glucémica (CG) de los alimentos. Este concepto, que nace en 1997, define el efecto que un alimento tiene en la glucemia dependiendo de la cantidad de HC que contenga (50). Un alimento con alto IG no tiene por qué tener una alta CG. Por ejemplo, la fibra y el agua son dos componentes alimenticios que influirán sobre la CG de un alimento (49).

Las dietas de bajo IG nacieron para tratar la diabetes (49). Reducen la insulina en ayunas y el índice HOMA-IR más que las dietas de alto IG (51). De igual forma, estas estrategias nutricionales en personas diabéticas pueden reducir el IMC y mejorar el perfil lipídico (52). Sin embargo, algunos autores afirman que no hay diferencias significativas entre una dieta de alto IG y otra de bajo en cuanto a las concentraciones de glucosa en ayunas (51).

Estas dietas pueden resultar beneficiosas para ayudar a tratar otras patologías. Aumentar los alimentos de bajo IG y disminuir los de alto IG dentro de un patrón alimenticio saludable, con una apropiada distribución de macronutrientes, proporciona beneficios en enfermedades cerebrovasculares, obesidad y cáncer, así como en el control de la dislipemia (49).


Método

Para la elaboración de esta revisión bibliográfica se usó principalmente la base de datos PubMed. Además, se uso la base de datos Google Académico y algunas páginas webs oficiales. La búsqueda tuvo lugar entre diciembre del 2022 y marzo del 2023.

Los criterios de inclusión para los estudios analizados fueron estudios experimentales y observacionales, cuya población fueran mujeres en edad fértil de entre 16 y 50 años, sin patologías asociadas, con o sin dislipemia, con cualquier IMC. Los estudios debían estar publicados entre 2015 y 2023, que buscaran la relación entre el SOP y cada una de las dietas de estudio. No se tuvo en cuenta el método utilizado para diagnosticar la enfermedad.

Los criterios de exclusión fueron revisiones sistemáticas o bibliográficas sobre el tema tratado, metaánalisis de datos de estudios y ensayos clínicos que estudiaran el efecto de los HC y el SOP de manera general, sin especificar el tipo de dieta. Se excluyeron también aquellos estudios cuya población fueran animales o mujeres con patologías agravadas del síndrome como diabetes mellitus tipo II o hígado graso no alcohólico.

Se utilizaron las siguientes palabras clave: Síndrome de ovario poliquístico. Dieta mediterránea. Dieta DASH. Dieta cetogénica. Dieta de bajo índice glucémico. En definitiva, para la realización del análisis de estudios se utilizaron 19 artículos.


Resultados

Por los motivos explicados anteriormente, la DM puede ser interesante en mujeres con SOP. En primer lugar, por su capacidad antiinflamatoria. En el estudio llevado a cabo por Wang et al. (10) se observó que una dieta con gran cantidad de alimentos con un índice inflamatorio dietético (DII) alto aumentó el riesgo de padecer SOP. Como ejemplo, algunos alimentos antiinflamatorios que hacen de esta dieta una intervención interesante son las frutas y verduras o los pescados azules y nueces, ricos en ácidos grasos omega 3 (10, 53).

En segundo lugar, la DM tiene gran poder antioxidante, ya que es rica en frutas y verduras y en aceite de oliva (54). Además, esta dieta es baja en sodio y alta en potasio, por lo que fomenta un buen equilibrio de estos minerales y, por tanto, una buena salud cardiaca (10).

Por último, Barrea et al. (27) observaron que en mujeres con SOP una mayor adherencia a la DM se asocia con una menor severidad clínica del síndrome. Del mismo modo, el mismo autor y su grupo de investigación concluyen que una adherencia a esta dieta es uno de los tres parámetros más influyentes para no agravar el riesgo cardiometabolico en mujeres obesas con SOP (33).

De acuerdo con M Azadi-Yazi et al. (55), el efecto positivo de la dieta DASH en mujeres con SOP puede darse por la pérdida de peso, ya que así se reducirían los niveles de testosterona en sangre. En línea con estos resultados, Cutillas-Tolin et al. (6) concluyeron que esta dieta podía ser efectiva para reducir el IMC en mujeres con SOP.

Por otro lado, otro mecanismo que explica el efecto positivo de la dieta DASH en mujeres con problemas de ovulación es que el aporte de calcio en este patrón dietético es alto, y algunos problemas metabólicos de las mujeres con SOP pueden ser debido a un mal metabolismo de este mineral y de la vitamina D. En último lugar, esta dieta es rica en minerales como el magnesio, lo que aumenta la capacidad antioxidante del organismo y, según varios autores, puede mejorar la sensibilidad a la insulina (55,56). Asimismo, los resultados del estudio llevado a cabo por Asemi Z. et al. (56) muestran que el aminoácido arginina, que se encuentra en abundancia en esta dieta, tiene un efecto beneficioso en la sensibilidad a la insulina.

En el SOP la dieta cetogénica está todavía en estudio (59). Los resultados obtenidos tras las investigaciones llevadas a cabo por Paoli et al. (58) sugieren que esta dieta puede ser interesante debido a la frecuente mala metabolización de la glucosa, así como por la activación de los compuestos proteicos AMPK y SRT-1, encargados en cierta manera de regular el metabolismo energético (47, 48). De la misma forma, los resultados del estudio de Magagnini et al. (45) muestran que una dieta cetogénica redujo el índice HOMA y la resistencia a la insulina. Por otro lado, como apuntan algunos autores, la DC puede reducir el hiperandrogenismo, ya que aumenta el transporte de hormonas sexuales mediante el aumento de la globulina fijadora de hormonas sexuales (SHBG) y aumenta, asimismo, la progesterona circulante (44,45).

Igualmente, según Yang et al. (59), la dieta cetogénica es de interés clínico en la población de estudio porque es un método para perder grasa. Estos resultados están respaldados por otros estudios, en los que se ve que tras la intervención hubo una reducción del IMC (29,45).

Por último, numerosas investigaciones han concluido que una dieta de bajo índice glucémico puede ser de interés terapéutico en mujeres con SOP (60,61). De acuerdo con Hoover et al. (65), las dietas de bajo IG pueden reducir el riesgo y mejorar los signos y síntomas del SOP. En este mismo estudio se afirma que una dieta de bajo IG tuvo un mayor efecto en la saciedad que una de alto IG (65). Otros autores abalan el efecto positivo que este patrón dietético tiene para controlar la glucosa sanguínea en la población de estudio (62). Cabe mencionar que Szczuko (63) y su equipo observaron que esta dieta tenía un efecto en la reducción del factor de crecimiento insulínico tipo 1 (IGF- 1). Asimismo, son numerosos los investigadores que han escrito sobre el papel que una dieta de bajo IG tiene en la reducción del peso corporal y de distintos valores antropométricos (60,61).

En definitiva, las características que pueden hacer que una dieta de bajo IG resulte beneficiosa en mujeres con SOP son que esta dieta proporciona un consumo de carbohidratos complejos, un alto aporte de fibra (especialmente soluble), un aporte bajo de grasas saturadas y alto de insaturadas y un aporte importante de proteínas vegetales, reduciendo las de origen animal; es rica en micronutrientes (61).


Discusión

Dieta mediterránea y SOP

Parte de los resultados del estudio Barrea et al. (27) son contrarios a aquellos obtenidos por Moran et al. (53). El primer investigador y su equipo sugieren que aquellas mujeres con SOP muestran una menor adherencia a la DM que aquellas mujeres sin el síndrome, mientras que Moran et al. (53) afirman que las mujeres enfermas mostraron más adherencia a una dieta de estilo mediterráneo.

Un factor clave que explica la diferencia entre ambos resultados es la muestra escogida para cada estudio. El primer estudio consta de población italiana, mientras que el segundo analiza los datos de mujeres de Australia. Además, tan solo en el estudio de Barrea et al. (27) se usó el cuestionario PREDIMED, herramienta mayormente utilizada para evaluar la adherencia a la DM.

Por otro lado, ambos estudios afirman que la DM puede ser una herramienta útil como tratamiento dietético en mujeres con SOP. Estos resultados coinciden con aquellos de otras investigaciones (10,33). En estos estudios se afirma que la DM puede prevenir que una mujer obesa con SOP aumente su riesgo cardiometabolico asociado al exceso de peso, así como disminuir el estado inflamatorio típico del síndrome.

No obstante, en el estudio de casos y controles de Ana Cutillas-Tolín et al. (6) no se vio una asociación clara entre un índice de adherencia a la DM alto y una mejora en los fenotipos típicos del SOP. Estos resultados pueden ser debidos a que en este estudio se observaron también otros patrones dietéticos saludables, no se comparaba la DM con una dieta control.

Dieta DASH y SOP

De los 4 estudios analizados, 3 (55,56,57), que son experimentales, avalan que hubo una reducción significativa en el peso corporal de aquellas mujeres que siguieron la dieta DASH en comparación con el de aquellas que siguieron una dieta control. De igual forma, en el estudio de Cutillas-Tolín et al. (6), que es observacional, se afirma que la dieta DASH puede mejorar el IMC.

Además de una reducción en el peso, y por tanto en el IMC, M Azadi-Yazdi et al. (55) también observaron una mayor pérdida de masa grasa en las mujeres que seguían la dieta DASH. En la misma línea, Asemi Z et al. (56) observaron una reducción significativa en los perímetros de cintura y cadera al seguir la dieta DASH en comparación con la dieta control.

En cuanto al hiperandrogenismo típico del síndrome, no está claro el efecto que la dieta DASH puede tener. M Azadi-Yazdi et al. (55) obtuvieron como resultado de su estudio una reducción en la androstenediona. Ahora bien, en esta investigación no se observó una reducción significativa en el índice de andrógenos libres, lo que sí observaron Foroozonfard et al. (57). Esta diferencia puede deberse a que Foroozonfard et al. (57) utilizaron el principio de intención de tratar, es decir, incluyeron a todos los participantes del estudio en el análisis estadístico, aunque estos no hubieran seguido correctamente la dieta, mientras que M Azadi-Yazdi et al. (55) no lo hicieron.

Ninguno de los autores mencionados anteriormente observó una reducción significativa en los niveles de testosterona al comparar la dieta de estudio y la dieta control. Por el contrario, sí se ha visto un aumento en el complejo proteico SHBG (55,56, 57).

En cuanto a los parámetros que se relacionan con la glucemia en sangre, numerosas investigaciones demuestran que estos pueden verse mejorados con la dieta DASH. El grupo que seguía la dieta DASH mostró una mayor reducción en los niveles de insulina circulante y en el índice HOMA que el grupo control (55, 56, 57).

Dieta cetogénica y SOP

En los 4 estudios experimentales analizados (58, 29, 45, 59) se vio una reducción del peso corporal en las mujeres de estudio. Esto se debe a que todas las dietas cetógenicas de los distintos estudios fueron diseñadas para ser hipocalóricas. Además de una pérdida de peso, esta dieta ha permitido mejoras en otros parámetros antropométricos: disminución en el perímetro de cintura, cadera y masa grasa.

Mientras que en el estudio de Yang et al. (59) se afirma que una dieta cetogénica puede reducir la grasa subcutánea y visceral de mujeres con SOP e hiperuricemia sin afectar negativamente a la masa muscular, en el estudio de Cincione et al. (29) se observó una reducción pequeña, pero significativa, en la cantidad de masa muscular tras la realización de la dieta cetogénica. Del mismo modo, en estos dos estudios se ha visto una diferencia en cuanto a la disminución de los lípidos sanguíneos. En el estudio de Yang et al. (59) el colesterol total, el LDL y los triglicéridos sanguíneos no disminuyeron tras la dieta cetogénica de manera significativa. En el de Cincione et al. (29) sí. Ambas diferencias, tanto la pérdida de masa muscular como la reducción de los lípidos sanguíneos, pueden deberse a que en el segundo estudio se siguió́ una dieta muy baja en calorías y en el estudio de Yang et al. la dieta era menos restrictiva.

Los tres ensayos no controlados analizados (6,31,52) muestran una mejora en cuanto a los parámetros bioquímicos relacionados con la glucemia sanguínea tras seguir una dieta hipocalórica cetogénica. Se vio una reducción en el índice HOMA-IR de resistencia a la insulina.

En cuanto a las hormonas, se ha visto una disminución de la hormona antimulleriana, así como un aumento en la progesterona y en la SHBG (58, 29, 45) y una disminución en la testosterona en aquellos estudios en los que se analizó la concentración de esta hormona (58, 29, 45).

Para finalizar, es destacable el efecto positivo que se ha visto de esta dieta en mujeres con problemas de ovulación y de fertilidad. De las 17 mujeres participantes en el estudio de Cincione et al. (29), 5 recuperaron el ciclo menstrual tras años de amenorrea, 12 consiguieron tener un ciclo regular y, de estas 12, 5 consiguieron quedarse embarazadas después de haber fracasado previamente.

Dieta de bajo índice glucémico y SOP

En todos los estudios experimentales en los que se observó el efecto de una dieta de bajo IG en el peso corporal de mujeres con SOP (60,61,62,63) se ha visto una pérdida de peso significativa tras dicha intervención. De igual forma, el estudio de casos y controles de Panjeshahin et al. (64) sugiere que aquellas mujeres que seguían una dieta de alto IG tenían significativamente un mayor IMC.

En cuanto a los cambios en los parámetros relacionados con la metabolización de la glucosa tras seguir una dieta de bajo IG, la evidencia no es concluyente. En los estudios llevados a cabo por Hoover S.E et al. (65) y Szczuko M et al. (63) en los que se analizaron estas variables, se vio una menor glucosa basal e insulina tras realizar la dieta de bajo IG. Sin embargo, el mismo investigador en otro estudio (61) vio que no hubo una diferencia significativa en cuanto a la disminución de insulina y glucosa sanguínea al finalizar las semanas de estudio. Cabe mencionar que, en este estudio, sí se vio una pequeña mejora en la insulina y glucosa sanguínea.

De acuerdo a Szczuko M et al. (61), es probable que la mejora en los parámetros de metabolización de la glucosa no fuera significativa en este estudio porque las participantes no cumplieran con las recomendaciones sobre ejercicio físico.

Por otro lado, el perfil de hormonas sexuales puede mejorar al seguir una dieta de bajo IG en mujeres con SOP. Szczuko M et al. (63) observaron una correlación positiva entre la proteína IGF-1 (hormona polipeptídica que aumenta con una dieta de bajo IG) y la concentración de SHBG. Asimismo, Shishehgar F et al. (62) observaron un aumento significativo de esta proteína tras la intervención dietética. Este aumento mejora el perfil hormonal de estas mujeres de manera directa. En este mismo estudio también se observa una reducción de la testosterona circulante (62), datos respaldados por otras investigaciones (63) pero contrarios a aquellos que proporcionan los resultados de Szczuko et al. (61).

Siguiendo con las hormonas, Hoover SE et al. (65) observaron que, al seguir una dieta de bajo IG, se reducían los niveles de grelina más que si la dieta era de alto índice glucémico (65). Estos resultados son de especial interés, ya que numerosas investigaciones sugieren que las mujeres con SOP pueden tener los mecanismos de hambre y saciedad alterados. Puede ser que al seguir una dieta de bajo IG y reducirse la grelina estas mujeres logren un mejor control del peso.

Para finalizar, otros parámetros bioquímicos como son el colesterol total, el LDL y los triglicéridos también se reducen significativamente tras seguir una dieta de bajo IG (60,61,62,63). Ahora bien, en el estudio de casos y controles de Panjeshanin et al. (64) se relacionó una buena adherencia a una dieta de bajo IG con tener el colesterol total elevado. Como afirman los propios autores, esto puede deberse a que no se tuvieron en cuenta los métodos de cocción. Siguiendo con otros lípidos sanguíneos, Szucko et al. (61) no obtuvieron mejoras significativas en los niveles de HDL en las participantes; sí observaron dicha mejora este autor y su equipo en otra investigación (63), al igual que Lagowska K y Drzymala-Czyz S en su estudio (60). Una vez más, como afirman los propios autores, puede ser que el aumento de HDL no fuera significativo en el primer estudio de Szucko et al. (61) porque las mujeres no cumplieran con las recomendaciones de practicar ejercicio físico al menos 3 veces por semana.

El presente trabajo cuenta con alguna limitación. Las muestras totales de la mayoría de los estudios son menores de 60 mujeres, es decir, las muestras son algo pequeñas teniendo en cuenta la prevalencia del SOP. Por otro lado, los estudios analizados sobre la DM y el SOP tratan, en su mayoría, sobre la adherencia a este estilo dietético. Por lo tanto, en estas investigaciones no se estudió en profundidad cómo se ve influenciada la sintomatología del SOP al seguir la DM.

Por otro lado, una fortaleza de esta revisión es que no se ha encontrado ninguna otra revisión bibliográfica que comparara las 4 dietas de estudio aquí́ analizadas. Asimismo, en este estudio se han incluido artículos cuyas muestras tuvieran cualquier IMC. Es decir, no se ha excluido ningún estudio por el peso de las mujeres de la muestra, de manera que los resultados generales se pueden extrapolar a cualquier mujer con SOP que no cuente con alguna otra afección grave de salud.


Conclusiones

Se ha visto que las cuatro dietas de estudio: la DM, la DASH, la DC y una de bajo IG pueden resultar beneficiosas para tratar el SOP, dependiendo del contexto y las características de cada mujer.

En caso de que la mujer necesite bajar de peso, cualquiera de las dietas analizadas en esta revisión bibliográfica, siempre y cuando estén diseñadas correctamente y generen un déficit calórico, podrían ser herramientas eficaces. Sin embargo, en caso de obesidad o de un sobrepeso notable, una DC muy baja en calorías puede ser usada como primera intervención. Tras conseguir una rápida pérdida de grasa inicial, podría ser útil seguir una dieta más flexible, como es la dieta mediterránea o la DASH, ya que estos patrones dietéticos permiten una mejor adherencia. No obstante, habría que seguir controlando los HC, evitando aquellos HC simples.

Siguiendo esta línea, es destacable que la pérdida de peso en mujeres que la necesiten puede generar por si misma mejoras tanto en la salud cardiometabólica como en la sintomatología de mujeres con SOP, independientemente de cómo se haya logrado. Por otro lado, debido al poder antioxidante de la DM, este patrón dietético puede resultar de gran ayuda en mujeres que tengan inflamación crónica. Para mejorar la fertilidad de mujeres con SOP, la DC ha mostrado cierta eficacia. De igual manera, aquellas mujeres que sufren notablemente de hiperandrogenismo pueden beneficiarse de una DC, ya que esta dieta ha resultado efectiva para mejorar el perfil hormonal de mujeres con SOP. En definitiva, se necesitan más estudios y con más participantes para seguir profundizando sobre el efecto de la dieta en el SOP.


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