MLS PSYCHOLOGY RESEARCHwww.mlsjournals.com/ISSN: 2605-5295 |
Como citar este artículo:
Menendez, P. (2023). El efecto moderador de la orientación sexual entre el género y los mitos de amor romántico. MLS Psychology Research 6 (1),117-138. Doi: 10.33000
EL EFECTO MODERADOR DE LA ORIENTACIÓN SEXUAL ENTRE EL GÉNERO Y LOS MITOS DE AMOR ROMÁNTICO
Paula Menendez Pascual
Psicóloga (España)
paulamenendez200@gmail.com -
http://orcid.org/0000-0001-8508-7640
Resumen. Hoy por hoy los mitos del amor romántico continúan presentes a la hora de establecer expectativas respecto a las relaciones amorosas, lo cual se ha visto que entraña una serie de riesgos asociados al género y, aunque en menor medida, a la orientación sexual (sexismo ambivalente, LGBTIfobia…). El objetivo de esta investigación fue analizar si la orientación sexual ejerce un papel moderador sobre la relación entre el género y la interiorización de estos mitos, así como conocer si el género y la orientación sexual influyen en su asimilación. Se obtuvo una muestra de 435 personas jóvenes adultas residentes en España de entre 18 y 35 años. Estas respondieron a un cuestionario que incluía las variables sociodemográficas mencionadas y la Escala de Mitos de Amor Romántico (SMLR). Los resultados mostraron un efecto moderador por parte de la orientación sexual en la relación entre género e interiorización de mitos. Por otra parte, se observó una correlación significativa entre estas últimas dos variables. También se observó que los hombres manifestaron significativamente más mitos que el resto de géneros. Asimismo, las personas heterosexuales presentaron puntuaciones significativamente mayores en comparación a las bisexuales; y a su vez, las personas homosexuales obtuvieron puntuaciones significativamente mayores que el colectivo bisexual. Por último, se observó que las puntuaciones de los hombres heterosexuales fueron significativamente más altas en comparación con las de las mujeres heterosexuales, mujeres bisexuales, hombres bisexuales y personas no binarias bisexuales. Estos resultados pueden servir para plantear llevar a cabo actuaciones que prevengan e intervengan sobre la eliminación de estos mitos del imaginario colectivo.
Palabras clave: amor romántico, mitos románticos, socialización, diferencias de género, diferencias de orientación sexual.
THE MODERATING EFFECT OF SEXUAL ORIENTATION ON GENDER AND ROMANTIC LOVE MYTHS
Abstract. Nowadays the myths of romantic love are still present when establishing expectations regarding romantic relationships, which has been seen to entail a series of risks associated with gender and, although to a lesser extent, with sexual orientation (ambivalent sexism, LGBTIphobia…). The objective of this research was to analyze whether sexual orientation plays a moderating role in the relationship between gender and the internalization of these myths, as well as to determine whether gender and sexual orientation influence their internalization. A sample of 435 young adults residing in Spain between 18 and 35 years of age was obtained. These responded to a questionnaire that included the aforementioned sociodemographic variables and the Romantic Love Myths Scale (SMLR). The results showed a moderating effect of sexual orientation on the relation between gender and internalization of myths of romantic love. On the other hand, a significant correlation was observed between these last two variables. It was also observed that men manifested significantly more myths than other genders. Likewise, heterosexual people presented significantly higher scores compared to bisexuals; and in turn, homosexual people obtained significantly higher scores than the bisexual group. Finally, it was observed that heterosexual men's scores were significantly higher compared to those from heterosexual women’s, bisexual women, bisexual men and bisexual non-binary people. These results can be used to propose actions that prevent and intervene in the elimination of these myths from the collective imagination.
Keywords: romantic love, romantic myths, socialization, gender differences, sexual orientation.
Introducción
El amor, ampliamente estudiado por numerosas disciplinas a lo largo de las décadas, ha ido evolucionando en su concepción. Se trata de un constructo social que está influido por el contexto histórico y cultural en el que se sitúe, variando tanto su significado como sus implicaciones (Bonilla y Rivas, 2018; Fernández et al., 2019; Resurrección y Córdoba, 2019). Dicho de otra forma, es un fenómeno multidimensional que depende de numerosos agentes (Bonilla y Rivas, 2018).
Innumerables autores/as han tratado de construir una aproximación teórica, mas son dos los marcos dominantes en la literatura. Por una parte, Lee (1973, citado en Fernández et al., 2021) habla de 6 arquetipos que componen el amor. Están los tres principales: Eros (amor romántico pasional), Ludus (amor como juego) y Storge (amor compañero); y los tres secundarios: Pragma (amor práctico, compuesto por Ludus y Storge), Manía (amor posesivo, compuesto por Eros y Ludus) y Ágape (amor altruista, compuesto por Eros y Storge) (Resurrección y Córdoba, 2019). Por otra parte, se encuentra una teoría más reciente de la mano de Stenberg (1986, citado en Fernández et al., 2021): la Teoría Triangular del Amor. Esta sugiere que el amor se comprime en tres dimensiones: intimidad, pasión y compromiso. Las diversas combinaciones de estos componentes dan lugar a las diferentes formas de amor como serían el amor vacío, el fatuo, el consumado… Se puede ver que ambas teorías coinciden en que existe un estilo de amor que se caracteriza por ser íntimo, apasionado, irracional, eufórico, con una excesiva focalización en la otra persona… además de un componente de atracción importante (Fernández et al., 2021; Quintard, 2020). Es esta ideología la que hoy por hoy admite gran parte de la sociedad como modelo para las relaciones amorosas y de la cual derivan una serie de mitos (Bonilla y Rivas, 2020; Resurrección y Córdoba, 2019).
Los mitos de amor romántico se definen como un conjunto de creencias sesgadas e irracionales socialmente compartidas y aceptadas sobre la supuesta “verdadera” naturaleza del amor (Bonilla, 2018; Bonilla et al., 2021; Bosch, Herrezuelo y Ferrer, 2019; Carrascosa et al., 2019; Fernández et al., 2021). Están formulados como verdades absolutas y poco flexibles (Bonilla et al., 2021) que orientan los sentimientos, pensamientos, interpretaciones y conductas relativas al amor (Bonilla y Rivas, 2020); una forma normativa y legítima de relacionarnos (Cubbels y Casamiglia, 2015). Estos surgen en occidente en el siglo XIX (Resurrección y Córdoba, 2019) con el propósito de imponer un modelo específico de relación amorosa (Bonilla et al., 2021; Resurrección y Córdoba, 2019), fomentando en consecuencia el rechazo de cualquier otro modelo que se aleje de esta norma (Bonilla y Rivas, 2020). Así pues, estos dictan que el amor romántico ha de ser monógamo, heterosexual (Bosch et al., 2019; Fernández et al., 2021; Thorne et al., 2019), patriarcal (Cubells y Casamiglia, 2015; Resurrección y Córdoba, 2019) y sexista (Thorne et al., 2019). En otras palabras, estos son el reflejo de la confluencia entre el legado normativo de la tradición cultural y las condiciones sociopolítico-económicas de la actualidad. Todo ello, además de configurar el imaginario colectivo de la cultura occidental respecto al amor, ejercen presión para que este sea digerido(Bonilla y Rivas, 2020).
Numerosos/as autores/as han recogido los mitos más comunes (Bonilla y Rivas, 2020; Fernández et al., 2021; Yela 2003, citado en Resurrección y Córdoba 2019): mito del emparejamiento o de la pareja (tener pareja es algo intrínseco en la naturaleza humana, no se puede ser completamente feliz sin ello; además, la monogamia heterosexual es el tipo de relación natural y universal); mito de la media naranja (la pareja que escogemos estaba predestinada, por lo que se una fuerte dependencia emocional y se hace un gran esfuerzo porque la relación continúe a pesar de las dificultades); mito de la pasión eterna (la pasión del principio tiene que perdurar durante toda la relación, y si no es así es que ya no se ama a la pareja), mito del libre albedrío (nuestros sentimientos no están influenciados por factores biológicos, culturales o sociales); mito de la omnipotencia (el amor puede con todo y es suficiente para solventar problemas y justificar conductas); mito de la equivalencia (el amor (sentimiento) y el enamoramiento (estado pasajero) son lo mismo); mito de la fidelidad (los deseos pasionales y románticos solo se pueden satisfacer con la pareja); mito de la exclusividad (no se puede amar a más de una persona al mismo tiempo); mito de los celos (son un requisito indispensable para demostrar que se ama de verdad a la otra persona y se utilizan para justificar comportamientos represivos y egoístas) y mito del matrimonio (el amor tiene que conducir a la unión estable o convivencia mediante el matrimonio). No obstante, autores/as como Bonilla y Rivas (2020) añaden otros, como el mito de la abnegación (el amor implica la entrega incondicional, teniendo que hacer sacrificios y priorizar el bienestar de la otra persona) o el mito de la ambivalencia o de la compatibilidad amor-violencia (el amor y el maltrato son compatibles en una relación de pareja). Diferentes estudios llevados a cabo en España respaldan que los más comunes son los referentes a la pasión eterna (Bonilla et al., 2021), los celos, la omnipotencia y la media naranja (Bonilla y Rivas, 2018; Bonilla et al., 2021; Ruiz et al., 2021).
La presencia de estas ideas ha sido estudiada sobre todo en adolescentes, pues se trata de una etapa que suele ir acompañada de la exploración de las relaciones románticas y, con ello, la construcción de la representación del amor (Bisquert et al., 2019; Masanet y Dhaenens, 2019). Se ha investigado tanto a nivel mundial como en población residente en España (Bisquert et al., 2019; Bonilla y Rivas, 2018; Bonilla et al., 2021; Bosch et al., 2019; Fernández et al., 2021; Masanet y Dhaenens, 2019; Thorne et al., 2021). No obstante, diversos estudios hablan de la vigencia de este discurso en población general (Bonilla y Rivas, 2018), y más concretamente en población adulta (Rodríguez et al., 2013); a pesar de que se reduzca con la edad según algunos/as autores/as (Fernández et al., 2021). Aun y todo, esta presencia no es de extrañar dada la cultura en la que se ha desarrollado la población joven adulta actual. Un claro ejemplo es la industria del entretenimiento (Resurrección y Córdoba, 2019). Esta estuvo basada (y continúa estándolo en parte) en series de televisión como “Física o química” (entre otras, mas esta fue muy relevante en la época) (Fernández et al., 2021; Masanet y Dhaenens, 2019), películas o libros (Fernández et al., 2021; Masanet y Dhaenens, 2019; Resurrección y Córdoba, 2019) donde se exhiben modelos amorosos que reproducen el ideal romántico recubierto de fantasía (Resurrección y Córdoba, 2019). A esto se le unen las nuevas tecnologías que proporcionan facilidades de acceso y comunicación a la exposición de ciertos contenidos que también propician modelos inadecuados, como la pornografía (Bonilla et al., 2021). Todas estas influencias pueden haber creado (y continúan haciéndolo) expectativas no realistas acerca de cómo ha de ser una pareja (Bosch et al., 2019; Fernández et al., 2021). A pesar de que se han llevado a cabo investigaciones en España donde se abarca a esta población joven adulta (Bosch et al., 2019; Cubbels y Casamiglia, 2015; Fernández et al., 2021), estas incluyen también adolescentes o hacen uso de cuestionarios ad hoc. Por ello, resultaría relevante evaluar a esta parte de la población específicamente y así comprobar la presencia de estos mitos mediante un instrumento cuantitativo y validado.
Así pues, estos mitos entrañan un riesgo importante en múltiples áreas (Bonilla, 2018). Una de las condiciones más examinadas es su internalización en función del género (Bosch et al., 2019; Calvo, 2017; De Meyer et al., 2017; Fernández et al., 2021; Tenorio, 2012), pues la mayoría de estudios han encontrado diferencias entre mujeres y hombres en la aceptación de estos mitos (Bonilla y Rivas, 2018; Rodríguez et al., 2013; Rodríguez et al., 2015); por lo tanto, su vivencia no es neutra (Bonilla y Rivas, 2020). Las investigaciones apuntan que los hombres tienen una mayor distorsión del amor romántico con respecto a las mujeres, tanto en población adolescente como adulta (Bonilla y Rivas, 2018; Bonilla y Rivas, 2021; Fernández et al., 2021). También se han observado en muestras como la de Bonilla et al. (2021) las diferencias entre ambos. Estas apuntas que los hombres presentan mayores puntuaciones en el mito de la compatibilidad del amor con la violencia (Bisquert et al., 2019; Resurrección y Córdoba, 2021), de los celos y del emparejamiento (Bisquert et al., 2019); mientras que las mujeres lo hacen en el mito de la media naranja, la omnipotencia del amor (Bisquert et al., 2019; Resurrección y Córdoba, 2021) y de la pasión eterna. Todos estos son compatibles con esa aceptación de la violencia en pareja (Resurrección y Córdoba, 2021).
Este último dato es relevante, pues varias investigaciones avalan que estos mitos configuran un mecanismo simbólico sustancial que, de manera invisible y prolongada, produce y reproduce de las relaciones de poder tradicionalmente construidas por sociedades patriarcales (Bonilla y Rivas, 2020). Al tratarse el amor de un constructo social, este no es inherente a la socialización diferencial todavía vigente que da lugar a desigualdades entre hombres y mujeres (Bosch et al., 2019; Resurrección y Córdoba, 2021). Esto lleva a convertir a las personas de forma específica y naturalizada, pero sobre todo implícita, en hombres o mujeres, tanto social como individualmente. Implica una identidad de género subordinada para las mujeres (Bosch et al., 2019; Resurrección y Córdoba, 2021) y un papel de dominación para los hombres (Bonilla et al., 2021; Carbonell et al., 2021; Resurrección y Córdoba, 2021); y es que los mitos de amor romántico se han visto relacionados con el sexismo ambivalente (Bonilla y Rivas, 2018; Bonilla y Rivas, 2020; Fernández et al., 2019; Resurrección y Córdoba, 2021). Este concepto permite ver la coexistencia de actitudes benévolas (sutiles) y hostiles (manifiestas) dirigidas hacia las mujeres (Bonilla et al., 2021), entrando en esta segunda categoría la aparición y/o mantenimiento de violencia en la pareja al justificar y perdonar conductas producidas por un modelo de relación imposible (Bonilla y Rivas, 2019; Bonilla y Rivas, 2020; Cubells y Casamiglia, 2015; Fernández et al., 2021; Resurrección y Córdoba, 2021; Víllora et al., 2019). Empero, la literatura parece estar limitada al análisis de esta vinculación desde una perspectiva de género binario. Según el informe “Juventud en España”, elaborado por el Instituto Nacional de la Juventud, una de cada cuatro personas jóvenes en España no se identifica, o al menos no estrictamente, con la categoría femenina ni masculina (Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030, 2020). Por ello, resulta relevante la inclusión de personas de todo el espectro de género para tener una representación fiel de la población a investigar.
También ha sido estudiada, aunque en menor medida, la posible relación de la orientación sexual con la asimilación de estos mitos. La investigación de Thorne et al. (2021), donde se revisaban cuatro estudios, observó en qué contextos las personas participantes, en función de su orientación sexual, no conceptualizaban el amor romántico como heterosexual. Los resultados mostraban que a pesar de que las personas heterosexuales, a diferencia de las homosexuales y bisexuales (LG y B a partir de ahora), eran capaces de vincular las características del amor romántico a los diferentes modelos de pareja independientemente del género de estas (de hecho, algunas renunciaron a permanecer en el estudio cuando se les pidió concebir esto; además, tenían que esforzarse para tener en cuenta todos los modelos), bajo ciertas condiciones sí que mostraron una tendencia a adjudicar conceptos amorosos diferentes a orientaciones sexuales específicas. Es más, estas personas participantes fueron las También ha sido estudiada, aunque en menor medida, la posible relación de la orientación sexual con la asimilación de estos mitos. La investigación de Thorne et al. (2021), donde se revisaban cuatro estudios, observó en qué contextos las personas participantes, en función de su orientación sexual, no conceptualizaban el amor romántico como heterosexual. Los resultados mostraban que a pesar de que las personas heterosexuales, a diferencia de las homosexuales y bisexuales (LG y B a partir de ahora), eran capaces de vincular las características del amor romántico a los diferentes modelos de pareja independientemente del género de estas (de hecho, algunas renunciaron a permanecer en el estudio cuando se les pidió concebir esto; además, tenían que esforzarse para tener en cuenta todos los modelos), bajo ciertas condiciones sí que mostraron una tendencia a adjudicar conceptos amorosos diferentes a orientaciones sexuales específicas. Es más, estas personas participantes fueron las únicas cuya concepción del amor coincidía con la que era propio para su orientación sexual.
Estos resultados muestran que el grado de instauración de la heterosexualidad como norma predeterminada para las relaciones amorosas puede venir influida por la pertenencia a esta orientación sexual (Thorne et al., 2019; Thorne et al., 2021). Como se ha apuntado, el modelo de amor vigente dicta que este ha de ser de una determinada forma. Se ha observado que la “norma” de heterosexualidad pudiera estar mediada por este factor, mas parece que las distintas condiciones de esta variable sociodemográfica pueden explicar gran parte de la construcción de este esquema amoroso. Por ejemplo, estudios como los de Rubin et al. (2014) o Sizemore y Olmstead (2018) encontraron que personas pertenecientes a minorías sexuales mostraban una mayor apertura a tener relaciones no monógamas consensuadas. Estas creencias sexistas no han sido demasiado exploradas en personas LGB. No obstante, un estudio llevado a cabo con casi veinte mil participantes mostró que las personas heterosexuales mostraban niveles significativamente mayores tanto de sexismo benevolente como hostil en comparación con personas LG, y estas últimas también obtuvieron puntuaciones significativamente mayores que las B (Cowie et al., 2019). Y como ya se ha referido, a mayor aceptación de los mitos, mayor sexismo (Rodríguez et al., 2013; Rodríguez et al. 2015). Sin embargo, no se exploraron las diferencias entre personas G y L, ni parece que se haya hecho tampoco en la literatura.
A pesar de la escasa literatura, esta sí que apunta que, a mayor aceptación de estos conceptos de heterosexualidad, monogamia, sexismo… normativos, mayor es la interiorización del modelo de amor romántico que precisamente respalda estos. Se observan no solo diferencias del colectivo LGB respecto al heterosexual, sino también entre las cuatro orientaciones sexuales. Empero, al igual que con las personas de género no binario, la literatura no ha contemplado la inclusión de personas asexuales en sus muestras, quedando de nuevo fuera una parte de la población general. Así pues, es necesario la inclusión de esta condición, ya que se trata de una orientación sexual más (Gupta, 2018; Hille et al., 2019).
En resumen, la literatura respalda que este discurso continúa muy presente en las generaciones jóvenes con los consiguientes efectos negativos que conlleva. Esta ha demostrado en gran medida la relación entre la asimilación de los mitos y el género (binario), mas la orientación sexual podría tener un papel moderador en esta relación. En España existen diversos programas para adolescentes y mujeres adultas que tratan de desterrar estos mitos (Resurrección y Córdoba, 2019), mas es reseñable el papel que puede tener la generación joven adulta en la reproducción y mantenimiento de sus consecuencias. En esta etapa se continúan construyendo los cimientos del esquema amoroso. Se experimenta mediante el establecimiento de diferentes relaciones que se mantienen durante un tiempo u otro, que cambian sus condiciones, que se terminan… sin olvidar que en muchos casos también se da la concepción y educación de las generaciones venideras. Además, el amor es importante en la vida de las personas, y un fenómeno muy poderoso. Estudios neuropsicológicos con neuroimagen han demostrado la vinculación del amor romántico con la activación de las áreas de recompensa y motivación del cerebro, y bien es sabido que estos sistemas tienen una gran influencia en los pensamientos y la vida social de las personas (Quintard et al., 2020). Por todo ello, se plantea una investigación de esta población joven adulta para comprobar si estas creencias irracionales están presentes de forma significativa en función de ciertas características sociodemográficas. La finalidad es determinar la población diana a la que dirigir los programas de prevención e intervención.
Por consiguiente, el objetivo principal de la presente investigación es analizar el rol de la orientación sexual como variable moderadora entre el género y la interiorización de los mitos de amor romántico en personas jóvenes adultas (de 18 a 35 años) residentes en España. No obstante, también se estudia: a) si hay correlación entre el género y la presencia de mitos de amor romántico; b) las diferencias específicas respecto a esta asimilación en mayor o menor medida en función del género y la orientación sexual de la persona. Asimismo, se explora la presencia de estos mitos en personas de género no binario y asexuales.
Se plantean las siguientes hipótesis (H a partir de ahora):
Método
Diseño
Se trata de una investigación de tipo exploratorio, con metodología mixta. Es de tipo observacional con un corte transversal.
Participantes
La muestra está conformada por 435 personas. Los datos fueron recogidos a través de un muestreo no aleatorio por bola de nieve en población general. Los requisitos para participar en el estudio eran tener entre 18 y 35 años y residir en España. Del total de participantes 303 (69,7%) son mujeres, 120 (27,6%) hombres y 12 (2,8%) personas no binarias. Asimismo, 231 (53,1%) son heterosexuales, 150 (34,5%) bisexuales, 37 (8,5%) homosexuales y 17 (3,9%) asexuales. Ambas variables sociodemográficas se pueden ver representadas en la Figura 1 y resumidas en la Tabla 1. Todas las personas participaron de forma voluntaria y no recibieron ningún tipo de compensación.
Figura 1
Distribución de la muestra
Tabla 1
Características sociodemográficas de la muestraGénero | Orientación sexual | Media | Desviación estándar | N |
Heterosexual | 19,44 | 5,32 | 160 | |
Homosexual | 21,71 | 6,22 | 17 | |
Mujer | Bisexual | 17,98 | 4,59 | 117 |
Asexual | 18,44 | 4,25 | 9 | |
Total | 18,97 | 5,15 | 303 | |
Heterosexual | 24,58 | 5,48 | 71 | |
Homosexual | 21,35 | 6,83 | 20 | |
Hombre | Bisexual | 19,31 | 5,59 | 26 |
Asexual | 20,00 | 3,61 | 3 | |
Total | 22,78 | 6,08 | 120 | |
Bisexual | 17,43 | 5,00 | 7 | |
No binario | Asexual | 19,00 | 7,04 | 5 |
Total | 18,08 | 5,68 | 12 | |
Heterosexual | 21,02 | 5,86 | 231 | |
Homosexual | 21,51 | 6,47 | 37 | |
Total | Bisexual | 18,19 | 4,79 | 150 |
Asexual | 18,88 | 4,83 | 17 | |
Total | 20,00 | 5,69 | 435 |
Instrumento
La Escala de Mitos del Amor Romántico (SMLR a partir de ahora por sus siglas en inglés) se compone de 11 ítems que miden la aceptación de los mitos de amor romántico. Tiene un formato de respuesta tipo Likert con 5 alternativas (1, completamente en desacuerdo; 2, en desacuerdo; 3, ni de acuerdo ni desacuerdo; 4, de acuerdo; y 5, completamente de acuerdo) y su aplicación es individual. Todos los ítems tienen una relación directa, luego las puntuaciones altas suponen mayor nivel de acuerdo. Los mitos pueden medirse de forma independiente a partir de sus indicadores o de forma conjunta a través de la puntuación total, siendo la puntuación máxima de 55. La escala ha mostrado unos índices de fiabilidad adecuados, con un alfa de Cronbach superior a ,70 (Bonilla y Rivas, 2020; Bonilla y Rivas, 2021).
Procedimiento y variables estudiadas
Se llevó a cabo la difusión del cuestionario ad hoc en redes sociales (Whatsapp, Instagram y Twitter específicamente) a través de Google Forms, mediante el muestreo por bola de nieve. Este cuestionario incluía: un consentimiento informado que amparaba los derechos y privacidad, así como la participación voluntaria, anonimato de respuesta y confidencialidad de la información aportada de las personas participantes; los datos sociodemográficos de interés como son el género (variable predictora), la orientación sexual (variable moderadora) y la edad (este último con el mero propósito de evitar la filtración de sujetos que no entren dentro del rango de edad objetivo); y la escala SMLR (variable dependiente).
Análisis de datos
El análisis de datos se llevó a cabo mediante el programa estadístico IBM SPSS Statistics 22. Primeramente, se obtuvieron los estadísticos descriptivos básicos (media, desviación estándar, varianza, asimetría y curtosis). Del mismo modo, se realizaron las pruebas de comprobación del supuesto de normalidad y del supuesto de homocedasticidad.
A continuación, se hizo un Análisis de Correlación (Rho de Spearman) para examinar la asociación entre la variable predictora y dependiente. Seguidamente se efectuó un Análisis de la Varianza para evaluar las diferencias de la variable predictora y moderadora sobre la dependiente, tanto en conjunto como por separado. Así mismo se realizó la consiguiente prueba post-hoc para comprobar llevar a cabo las comparaciones pertinentes. También se obtuvo Bonferroni para comprobar si estas diferencias eran significativas.
Finalmente se llevó a cabo el Análisis de Regresión para probar la relación de moderación para la variable dependiente, así como un análisis por separado del efecto de cada variable. Esto se llevó a cabo mediante el programa Process.
Resultados
Respecto a los estadísticos descriptivos (Tabla 5), tal y como se puede observar los coeficientes de asimetría muestran una asimetría positiva, siendo específicamente elevada en el caso del género (<1,00). Por lo tanto, mayormente hay puntuaciones bajas. A la par, los coeficientes de curtosis indican un elevado apuntamiento en género y SMLR (distribución leptocúrtica); mientras que la distribución de la orientación sexual resulta muy plana (distribución platicúrtica). Esto implica que no se puede asumir la distribución normal de las variables. No obstante, los coeficientes de la prueba de normalidad de Kolmogorov-Smirnov (Tablas 2 y 3) indican específicamente que todas las categorías de las variables tienen una distribución normal a excepción de las mujeres (p<,001), las personas heterosexuales (p=,20) y las bisexuales (p=,20). Por otra parte, el estadístico de Levene (Tabla 4) indica que el supuesto de homocedasticidad sí se cumple (p=,30).
Tabla 2
Prueba de normalidad para orientación sexualKolmogorov-Smirnov | ||||
Orientacion sexual | Estadístico | gl | Sig. | |
Heterosexual | ,09 | 231 | 00** | |
Homosexual | ,07 | 37 | ,20 | |
Mujer | Bisexual | ,12 | 150 | 0** |
Asexual | ,10 | 17 | ,20 |
Tabla 3
Prueba de normalidad para géneroKolmogorov-Smirnov | ||||
Género | Estadístico | gl | Sig. | |
Mujer | ,11 | 303 | 00** | |
SMLR | Hombre | ,08 | 120 | ,06 |
No Binario | ,18 | 12 | ,20 |
Tabla 4
Prueba de homogeneidad de varianzasSMLR | |||
Estadístico de Levene | df1 | df2 | sig. |
1.188 | 9 | 425 | 30 |
Tabla 5
Estadísticos descriptivos de las variablesN | Media | Desviación estándar | Varianza | Asimetría | Curtosis | |||
Estadístico | Estadístico | Estadístico | Estadístico | Estadístico | Error estándar | Estadístico | Error estándar | |
SMLR | 435 | 20,00 | 5,69 | 32,36 | ,67 | ,12 | ,06 | ,23 |
Orientación sexual | 435 | 1,89 | 1,01 | 1,02 | ,45 | ,12 | -1,44 | ,23 |
Género | 435 | 1,33 | 0,53 | ,28 | 1,28 | ,12 | ,65 | ,23 |
N válido (por lista) | 435 |
El Análisis de Correlación (Tabla 6), a partir del coeficiente de correlación de Spearman, indica una asociación positiva, aunque débil, entre género y mitos de amor romántico (ρ=,25, p<,001).
Tabla 6
Análisis de correlación entre género y SMLRGénero | SMLR | |||
Coeficiente de correlación | 1,00 | ,26 | ||
Género | Sig. (bilateral) | . | ,00*** | |
Rho de | N | 435 | 435 | |
Spearman | Coeficiente de correlación | ,26 | 1,00 | |
SMLR | Sig. (bilateral) | ,00*** | . | |
N | 435 | 435 |
En cuanto al Análisis de Varianza, la corrección de Bonferroni (Tabla 7) indica que tanto las diferencias en los diferentes géneros (F=21,89, p<,001) y orientaciones sexuales (F=21,90, p<,001) como en la combinación de ambas variables que forman grupos que representan las diez posibles condiciones de las personas participantes (F=9,12, p<,001) son estadísticamente significativas.
Tabla 7
Corrección de Bonferroni entre los gruposSuma de cuadrados | gl | Media cuadrática | F | Sig. | |
Entre grupos | 2185,78 | 9 | 242,86 | 8,70 | ,00*** |
Dentro de | 11860,22 | 425 | 27,91 | ||
grupos | |||||
Total | 14046,00 | 434 |
Así pues, analizando las variables por separado, se ve que en primer lugar (Tabla 8) que los hombres (X=21,31) obtuvieron mayores puntuaciones en la SMLR que las mujeres (X=19,39), y estas a su vez mostraron puntuaciones mayores a las de las personas no binarias (X=18,21). En cuanto a la orientación sexual (Tabla 9), los resultados indican que las personas heterosexuales (X=22,01) tienen mayores puntuaciones en la SMLR que las homosexuales (X=21,53), las asexuales (X=19,15) y las bisexuales (X=18,24). Sin embargo, estas diferencias de medias fueron solo significativas para los hombres respecto a las mujeres (p<,001) en el caso del género, y para las personas heterosexuales respecto a las bisexuales (p<,001), y para estas últimas en comparación a las homosexuales (p=,03). Relativo a las puntuaciones medias obtenidas en los diez grupos resultantes (Tabla 1) se observan las siguientes puntuaciones en la SMLR en orden de mayor a menor: hombres heterosexuales (X=24,58), mujeres homosexuales (X= 21,71), hombres homosexuales (X=21,35), hombres asexuales (X=20), mujeres heterosexuales (X=19,44), hombres bisexuales (X=19,31), personas no binarias asexuales (X=19), mujeres asexuales (X=18,44), mujeres bisexuales (X=19,31) y personas no binarias bisexuales (X=17,43). En relación a las diferencias a de puntuaciones entre los diferentes grupos solo fueron estadísticamente significativas para los hombres heterosexuales en comparación con las mujeres heterosexuales (p<,001), mujeres bisexuales (p<,001), hombres bisexuales (p=,001) y personas no binarias bisexuales (p=,03).
Tabla 8
Puntuaciones medias en función del géneroGénero | Media | Error estándar | Límite inferior | Límite superior |
Mujer | 19,39 | ,57 | 18,28 | 20,51 |
Hombre | 21,31 | ,87 | 19,60 | 23,02 |
No binario | 18,21 | 1,55 | 15,17 | 21,25 |
Tabla 9
Puntuaciones medias en función de la orientación sexualOrientación Sexual | Media | Error estándar | Límite inferior | Límite superior |
Heterosexual | 22,01 | ,38 | 21,27 | 22,75 |
Homosexual | 21,53 | ,87 | 19,82 | 23,24 |
Bisexual | 18,24 | ,77 | 16,73 | 19,75 |
Asexual | 19,15 | 1,41 | 16,37 | 21,93 |
Tabla 10
Prueba post hoc para comparaciones múltiples en género(I)Género | (J)Género | Diferencia de medias (I-J) | Error estándar | Sig. | Límite inferior | Límite superior |
Hombre | -3,81 | ,63 | ,00*** | -5,33 | -2,29 | |
Mujer | No binario | ,89 | 1,67 | ,94 | -3,74 | 5,52 |
Mujer | 3,81 | ,63 | ,00*** | 2,29 | 5,33 | |
Hombre | No binario | 4,70 | 1,73 | ,05 | -,01 | 9,41 |
Mujer | -,89 | 1,67 | ,94 | -5,52 | 3,74 | |
No binario | Hombres | -4,70 | 1,73 | ,05 | -9,41 | ,01 |
Tabla 11
Prueba post hoc para comparaciones múltiples en orientación sexual(I) Orientación sexual | (J) Orientación sexual | Diferencia de medias (I-J) | Error estándar | Sig. | Límite inferior | Límite superior |
Homosexual | -,50 | 1,13 | 1,00 | -3,61 | 2,61 | |
Heterosexual | Bisexual | 2,83 | ,55 | ,00*** | 1,38 | 4,28 |
Asexual | 2,14 | 1,23 | ,47 | -1,47 | 5,74 | |
Heterosexual | ,50 | 1,13 | 1,00 | -2,61 | 3,61 | |
Homosexual | Bisexual | 3,33 | 1,13 | ,03* | ,21 | 6,44 |
Asexual | 2,63 | 1,58 | ,483 | -1,74 | 7,01 | |
Heterosexual | -2,83 | ,55 | ,00*** | -4,28 | -1,38 | |
Bisexual | Homosexual | -3,33 | 1,13 | ,03* | -6,44 | -,21 |
Asexual | -,70 | 1,24 | ,99 | -4,31 | 2,92 | |
Heterosexual | -2,13 | 1,23 | ,47 | -5,74 | 1,47 | |
Asexual | Homosexual | -2,63 | 1,58 | ,48 | -7,01 | 1,74 |
Bisexual | ,70 | 1,24 | ,99 | -2,92 | 4,31 |
Finalmente, el Análisis de Regresión (Tabla 11) muestra, por una parte, valores significativos en la interacción entre la variable independiente y moderadora (β= -1,76, p<,001), que indica la presencia de un efecto de moderación. Por lo tanto, la orientación sexual interfiere en el efecto que tiene el género sobre la interiorización de mitos de amor romántico. Por otra parte, este análisis también respalda que el género influye significativamente en una mayor puntuación en la SMLR (β= 6,42, p<,001), coincidiendo con los resultados anteriores. Así mismo revela que la orientación sexual por sí sola no lo explicaría (β= 1,11, p=,08).
Tabla 12
Análisis de regresión: efectos de las variables y moderación de estas sobre la SMLR.β | t | Sig. | LLCI | ULCI | |
Género | 6,42 | 5,97 | ,00*** | 4,31 | 8,53 |
Orientación sexual | 1,11 | 1,73 | ,08 | -,15 | 2,36 |
Interacción entre | |||||
género y | -1,76 | -4,08 | ,00*** | -2,61 | -,91 |
orientación | . | ||||
sexual |
Discusión y conclusiones
La presente investigación tenía un objetivo principal y dos secundarios. En primer lugar, analizar si la orientación sexual ejerce un rol moderador entre el género y la interiorización de mitos del amor romántico en personas jóvenes adultas. En segundo lugar, comprobar si hay correlación entre el género y la presencia de mitos, y las diferencias en función del género y la orientación sexual a la hora de tener en mayor o menor medida estos. Acorde a estos objetivos se plantearon distintas hipótesis que serán contrastadas a continuación.
Primeramente, los datos confirman H1. Como se ha mencionado anteriormente, el estudio del posible efecto directo de la orientación sexual sobre los mitos ha sido prácticamente nulo. Sin embargo, son numerosas las investigaciones que hablan de que esta variable sociodemográfica da lugar a diferencias en varios aspectos de la vida de las personas; concretamente en este campo se ha observado su influencia en la formación de ideas y/o conductas que favorecen la aparición y mantenimiento de estos mitos (como el rechazo a las relaciones no monógamas consensuadas o del sexismo) (Rubin et al., 2014; Sizemore y Olmstead, 2018). Al fin y al cabo, el amor es un constructo social que mama directamente de la socialización diferencial. Así pues, la investigación muestra que la orientación sexual ejerce un efecto moderador en la relación entre género y asimilación de mitos.
La H2 sí que había sido anteriormente comprobada por otras investigaciones (Bonilla y Rivas, 2018; Rodríguez et al., 2013; Rodríguez et al., 2015), y este estudio no ha sido menos al avalar la fuerte generización de este fenómeno. Así pues, se observa cómo estos mitos se construyen basándose en los roles de género y por ello la socialización de las personas influye en la adquisición de estos en mayor o menor medida (Bonilla y Rivas, 2018). Además, esta investigación incluye a la población no binaria, la cual no ha sido anteriormente estudiada y que, por lo tanto, gana en representatividad respecto a la población general.
La H3 también es confirmada. Esta presunción ha sido también, al igual que la anterior, probada por algunas investigaciones con población adolescente y adulta con muestra española (Bonilla y Rivas, 2018; Bonilla y Rivas, 2021; Fernández et al., 2021; Martínez y Paterna, 2013). No obstante, apenas existe literatura sobre concretamente población joven adulta, por lo que resulta un hallazgo apreciable en este campo. Así pues, este hecho implica una mayor normalización del mantenimiento de la denominada ideología masculina en los hombres, y, por lo tanto, la negación de la diferencia entre géneros y la consiguiente desigualdad en pareja (Bisquert et al., 2019). Esta ideología se basa en un conjunto de estándares masculinos que se definen en base a normas relativas a la dureza, el alcanzar estatus y la anti feminidad (Martínez y Paterna, 2013). Hay otras tantas formas de masculinidad, solo esta es tratada como hegemónica. Así pues, requiere buscar consecutivamente la validación de la hombría, porque de no hacerlo se corre el peligro de ser considerados “menos hombres”. Es por ello que muchos hombres al ver su identidad de género amenazada recurren a este modelo tradicional como forma de respuesta (Scaptura y Boyle, 2019). A esta misma reacción contribuirían también los movimientos feministas y la revolución de igualdad de género (Bisquert et al., 2019; Martínez y Paterna, 2013), que al ser contrarios a los valores mencionados generarían mayor resistencia por parte de estos (Farci y Righetti, 2019; Scaptura y Boyle, 2019). El resultado de esto es llamado neosexismo, que evidencia el conflicto de asumir las implicaciones teóricas de la igualdad y rechazar su aplicación práctica por el miedo a cambiar de status quo. De esta forma se puede seguir haciendo uso de la dominación masculina (Martínez y Paterna, 2013). Esto mismo lo avalan los estudios de Bonilla y Rivas (2020) directamente en el campo de estudio, pues agregan el mito de la compatibilidad amor-violencia y encuentran que es mayor en hombres; o como los numerosos estudios que evidencian una mayor presencia en estos de mitos como el de los celos que se relacionan directamente con las conductas de poder, control y dominación sobre las mujeres (Bisquert et al., 2019).
La H4 se ve confirmada parcialmente. Este resultado coincide con la literatura (Thorne et al. 2021), mas al igual que otras hipótesis este tema no ha sido demasiado investigado. Se observa que en el colectivo heterosexual la interiorización de los mitos es significativa únicamente en comparación al colectivo bisexual. Una de las características del amor romántico es que es heterosexual (Bosch et al., 2019; Fernández et al., 2021; Thorne et al., 2019), es por ello que la explicación más básica puede ser que las personas tengan más interiorizado un modelo que según la sociedad las representa. La evidencia muestra que este colectivo tiene un mayor rechazo (en comparación al colectivo LGBA) hacia aquellos valores, actitudes o conductas incompatibles con los mitos, como la no monogamia o la igualdad entre géneros (Rubin et al., 2014; Sizemore y Olmstead, 2018). Además, este mismo hecho también se produjo en el estudio de Thorne et al. (2021). Igualmente, los colectivos contrarios se ven frente a una sociedad que marca que toda relación que transgreda este modelo resulta “no natural”, “excepcional” y “no ideal”; no sería de extrañar entonces que el colectivo LGBA muestre un mayor rechazo. La posible explicación sobre las diferencias no significativas con el colectivo L y G se abordarán en la H6.
La H5 también se confirma parcialmente. Esta viene dada de la asociación de que, si dentro del género los hombres son los que más mitos muestran y dentro de la orientación sexual las personas heterosexuales, la presencia de ambas condiciones podría ser sumativa. Así pues, los resultados indican que las diferencias han sido significativas únicamente en comparación con las mujeres heterosexuales, mujeres bisexuales, hombres bisexuales y personas no binarias bisexuales. La posible explicación de la diferencia no significativa con las mujeres homosexuales y hombres homosexuales se profundizará en la H6. En cuanto al resto de grupos, como ya se ha apuntado al inicio de la investigación no existe literatura acerca del grado de presencia de mitos en personas no binarias y asexuales, mas se le podría otorgar la explicación que más se le puede acerca es la utilizada en la anterior hipótesis; son personas que se salen de la norma de este modelo, luego puede ser lógico que sientan un rechazo mayor por este.
Por otra parte, la H6 se confirma. Estudios hablan de cómo la comunidad queer ha generado una “adaptación” de la heteronormatividad a parte del colectivo, de forma que ha llegado a crear una política que privilegia a aquellas personas que sienten atracción por su mismo género. Esta se denomina “homonormatividad”, y sus valores son consistentes con la heteronorma, pues existe conformidad de género, monogamia y la orientación hacia la familia. Las personas bisexuales quedarían fuera al no existir una preferencia por un género u otro, pues es vista como una combinación de “inestabilidad” y “confusión” (Pollit et al., 2019), características que no encajan en la norma. Se conoce que por este hecho el colectivo sufre una mayor discriminación que otras minorías sexuales, tanto por la propia comunidad LGBT como por el heterosexual (Arriaga y Parent, 2019; Bridge et al., 2019). Por ello, se puede teorizar que las personas LG puedan tener más mitos de amor romántico que las bisexuales al pertenecer a una norma cuyos valores coinciden con la pauta social general; y por lo tanto, esta a su vez con el modelo de amor romántico (Bosch et al., 2019; Fernández et al., 2021; Thorne et al., 2019).
La H7 no ha resultado aceptada. Esta hipótesis se puso en juego dado que no existe literatura que explore las diferencias entre las personas L y G. No obstante, como se ha apuntado anteriormente los hombres suelen tener más mitos que las mujeres, luego lo esperado podía ser que esto se repitiese al comparar estos dos grupos (Bonilla y Rivas, 2018; Fernández et al., 2021; Martínez y Paterna, 2013). Sin embargo, los datos revelan que las diferencias son mínimas. Por ello, lo único que se podría llegar a concluir es que en este caso el género no tendría tanto peso como la orientación sexual.
En otro orden de cosas, esta investigación ha dado lugar a una serie de implicaciones teóricas y prácticas. En primer lugar, a nivel teórico es relevante (al no haber investigación específica o reciente) el haber obtenido datos respecto a la presencia de estos mitos en población joven adulta general residente en España y, por lo tanto, sus expectativas en cuanto a las relaciones románticas. Por otra parte, está el hecho de haberse explorado por primera vez (de forma directa al menos) la influencia de la orientación sexual en la interiorización de estos mitos. Asimismo, se ha incluido representación de la población no binaria y asexual que tan poco es considerada en los estudios de población general. También se ha hecho uso de una herramienta que está mostrando resultados prometedores a la hora de medir la interiorización de estos mitos. Por último, se ha aportado más evidencia relativa a la influencia de la socialización diferencial y, por consiguiente, la presencia que hoy por hoy todavía mantienen los consiguientes valores tradicionales asociados. En segundo lugar, a nivel práctico, los resultados alertan de la necesidad de elaborar programas que incidan en la eliminación de esta concepción de amor romántico, pues se ha demostrado que estas creencias se mantienen en la adultez y además se han identificado los grupos específicos sobre los que se ha de actuar. En España ya se han llevado a cabo actuaciones dirigidas a adolescentes y mujeres que han sufrido violencia de género (Resurrección y Córdoba, 2019), mas sería interesante poder crear también campañas tanto de prevención como de intervención dirigidas a prevenir la aparición del problema, de manera que no solo se actúe cuando este ya existe. Esto por supuesto requiere de un cambio en las bases de la cultura, mas el llevar a cabo este tipo de actuaciones pudiera ayudar a esto mismo.
Además, se han de tener en cuenta las limitaciones de esta investigación. En primer lugar, están las relacionadas con la muestra en sí. Los sujetos participantes han mostrado, en conjunto, pocos mitos de amor romántico, lo que podría tener una doble explicación. Por un lado, que, tal y como afirma la literatura, a pesar de mantenerse, estos mitos disminuyen con la edad (Fernández, 2021). Por otro lado, la propia composición de la muestra, que en un casi 70% estuvo conformada por mujeres, lo que podría cuestionar la representatividad de la muestra. Respecto a la presencia de personas no binarias y asexuales en la muestra, su representación en población general parece ser adecuada, mas a la hora de compararla con el resto de grupos el tamaño es demasiado pequeño. Esto mismo ocurre con varios grupos, en mayor o menor medida, por lo que se ha de tener en cuenta a la hora de interpretar los resultados. Asimismo, destacar que a pesar de que estadísticamente no hayan resultado significativas, las diferencias entre hombres y personas de género no binario, y hombres heterosexuales y mujeres asexuales se han posicionado en el límite (p=,05).
Por otra parte, al haber sido lanzado por redes sociales puede haber una sobrerrepresentación de personas que están más concienciadas con la desconstrucción de roles de género tradicionales dado el gran movimiento que existe por estos medios. Igualmente se deben tener en cuenta otros sesgos como el de deseabilidad social o de selección; al tratarse de una investigación con participación voluntaria los datos recogidos vienen de personas que están dispuestas a responder cuestionarios y/o concienciadas con la causa. También, en cuanto a este último sesgo, la encuesta va dirigida a “personas residentes en España”, mas no se puede controlar si estas residen en el país desde siempre, hace unos meses, o hace años. Por ello, tampoco se ha controlado la posibilidad de que existan factores culturales de otro país o países que estén influyendo. De la misma forma pueden existir otras tantas variables que no se han controlado y que intervengan (religión, estatus social, ocupación, escolaridad…). Sin embargo, se pone en duda la veracidad de esto mismo al haber logrado llegar a un tamaño muestral tan grande, la cual ha permitido realizar este tipo de análisis multivariantes.
Por todo ello, se insta en futuras investigaciones a confirmar estos resultados controlando todos estos sesgos que pueden haber afectado la representación de la población general; indagar en mayor medida acerca de los factores generadores y mantenedores de los mitos de amor romántico; a explorar más acerca del papel que ejerce la orientación sexual en la interiorización de estos mitos; y estudiar en mayor profundidad las poblaciones que se han pretendido explorar y no se ha logrado.
En definitiva, a pesar de apreciarse una reducción de los mitos de amor romántico de la población joven adulta en comparación a la población adolescente, su persistencia continúa suponiendo un riesgo a la hora de desencadenar desde pensamientos y conductas que dificultan el área social de las personas hasta violencia.
Dados estos resultados, sería conveniente a diseñar y ejecutar programas de prevención e intervención en las poblaciones pertinentes que permitan modificar de forma progresiva las tan enraizadas bases culturales que impulsan estas creencias, pero que cada vez son más flexibles. Se pueden mostrar las ventajas de otros modelos como las nuevas masculinidades, crear una de socialización alternativa que permita la igualdad de géneros, educar en diversidad sexual… En definitiva, crear una estructura que permita vivir en una sociedad más respetuosa e inclusiva con todas las realidades que la componen.
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